sábado, 1 de noviembre de 2014

(C. G. Jung, Sobre el Zaratustra de Nietzsche, vol. 2, 13 de mayo de 1936)

"Dios no es una opinión. Dios es un hecho psicológico que le sucede a la gente. La idea de Dios se originó con la experiencia de lo numinoso."

(C. G. Jung, Sobre el Zaratustra de Nietzsche, vol. 2, 5 de mayo de 1937)

“Dios es una suposición. (…) ¿Podríais vosotros crear un Dios? - ¡Pues entonces no me habléis de dioses!”

(F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, `En las islas afortunadas’)

“Por supuesto uno no puede crear un Dios, así que ¿por qué suponer un Dios? Este argumento por supuesto está basado en la suposición de que tales cosas únicamente existen porque el hombre las crea.

Pero si dejas abierta la posibilidad de que Dios exista y no sea una invención del hombre, todo este argumento naturalmente es vano, porque el hombre no tiene nada que hacer con él; Dios existe o no existe: está fuera del alcance del hombre.

Efectivamente, la idea de Dios o la imagen de Dios está muy influenciada por la disposición que tenga hombre en el tiempo y en el espacio, por su temperamento, etc., pero es un hecho universal que en todo lugar encontramos ciertas ideas que son equivalentes a esta experiencia básica del hombre: a saber, que más allá de su propia voluntad, o además de su propia voluntad, todavía hay otra voluntad, sea lo que sea.

Por ejemplo, si uno trata de ser agradable, se encuentra con que está de mal humor; si quiere decir algo bueno, dice algo malo; si quiere decir la verdad, miente. Algo que no es su propia voluntad constantemente interfiere con sus intenciones.

En este tipo de experiencias, es como si uno estuviera poseído por fantasmas o por influencias demoníacas –o por Dios, el último receptáculo, se podría decir, de toda oposición mágica a los propósitos individuales del hombre.

Ahora bien, esta experiencia básica no es una invención del hombre, sino simplemente un hecho, un hecho que uno vive cada día; y si quieres ver cómo fue que la gente lo llamó finalmente `Dios’, estudia la vida de los primitivos. (…)

Si estudias la historia de las religiones y analizas cuidadosamente lo que está en el fondo de todas esas ideas [sobre Dios], verás que consiste en algo psicológico, que no es el yo, que ejerce influencia sobre el hombre. (…)

Ciertas peculiares cualidades o hábitos no humanos han sido siempre atribuidos a esa otra voluntad y ha sido imaginada con una apariencia no del todo humana –por ejemplo un animal que ayuda, un animal sanador, o un hombre dotado con poderes de hechicero, una suerte de superhombre. (…) Estos fueron los más tempranos símbolos de la deidad. (…)

[Pero] Dios nunca fue inventado, fue siempre un suceso, una experiencia psicológica –y recuerda, todavía es hoy la misma experiencia.”

(C. G. Jung, Sobre el Zaratustra de Nietzsche, vol. 2, 13 de mayo de 1936)
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Foto: “Dios es una suposición. (…) ¿Podríais vosotros crear un Dios? - ¡Pues entonces no me habléis de dioses!”

(F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, `En las islas afortunadas’)

“Por supuesto uno no puede crear un Dios, así que ¿por qué suponer un Dios? Este argumento por supuesto está basado en la suposición de que tales cosas únicamente existen porque el hombre las crea.

Pero si dejas abierta la posibilidad de que Dios exista y no sea una invención del hombre, todo este argumento naturalmente es vano, porque el hombre no tiene nada que hacer con él; Dios existe o no existe: está fuera del alcance del hombre.

Efectivamente, la idea de Dios o la imagen de Dios está muy influenciada por la disposición que tenga hombre en el tiempo y en el espacio, por su temperamento, etc., pero es un hecho universal que en todo lugar encontramos ciertas ideas que son equivalentes a esta experiencia básica del hombre: a saber, que más allá de su propia voluntad, o además de su propia voluntad, todavía hay otra voluntad, sea lo que sea.

Por ejemplo, si uno trata de ser agradable, se encuentra con que está de mal humor; si quiere decir algo bueno, dice algo malo; si quiere decir la verdad, miente. Algo que no es su propia voluntad constantemente interfiere con sus intenciones.

En este tipo de experiencias, es como si uno estuviera poseído por fantasmas o por influencias demoníacas –o por Dios, el último receptáculo, se podría decir, de toda oposición mágica a los propósitos individuales del hombre.

Ahora bien, esta experiencia básica no es una invención del hombre, sino simplemente un hecho, un hecho que uno vive cada día; y si quieres ver cómo fue que la gente lo llamó finalmente `Dios’, estudia la vida de los primitivos. (…)

Si estudias la historia de las religiones y analizas cuidadosamente lo que está en el fondo de todas esas ideas [sobre Dios], verás que consiste en algo psicológico, que no es el yo, que ejerce influencia sobre el hombre. (…)

Ciertas peculiares cualidades o hábitos no humanos han sido siempre atribuidos a esa otra voluntad y ha sido imaginada con una apariencia no del todo humana –por ejemplo un animal que ayuda, un animal sanador, o un hombre dotado con poderes de hechicero, una suerte de superhombre. (…) Estos fueron los más tempranos símbolos de la deidad. (…)

[Pero] Dios nunca fue inventado, fue siempre un suceso, una experiencia psicológica –y recuerda, todavía es hoy la misma experiencia.”

(C. G. Jung, Sobre el Zaratustra de Nietzsche, vol. 2, 13 de mayo de 1936)

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