lunes, 8 de agosto de 2011

La importancia del amor romantico en la psiquè occidental Por Ale Santa María

La importancia del amor romantico en la psiquè occidental Por Ale Santa María

de Fundación C.G Jung de Psicología Analítica, el jueves, 04 de agosto de 2011 a las 23:58


“Un mito es algo que es verdad en el adentro, pero no es verdad en el afuera.”  Robert Johnson, We, p. 2


         El amor romántico es el mayor sistema de energía de la psiqué occidental; ha suplantado a la religión en lo que a la búsqueda de sentido, trascendencia, completud y éxtasis se refiere. Este fenómeno masivo es particular de Occidente, pensamos que es la única forma de amor en la que una relación puede basarse; pensamos que es el único “verdadero amor”. En Oriente se ven parejas que se aman con ternura, estabilidad y devoción; pero eso no es el amor romántico a que nosotros aspiramos. El amor romántico no es sólo una forma de amor, es un conjunto de creencias, ideales, actitudes y expectativas; significa no sólo amar a alguien sino estar enamorado. Estamos enamorados cuando creemos que hemos encontrado el sentido último de la vida, revelado en otra persona. Nos sentimos finalmente completos y la vida misma parece completa. El enamoramiento tiene mucho de proyección, ese fenómeno que hace que pongamos contenidos inconscientes, de nuestra propia psiqué, en personas u objetos del mundo exterior. Este conjunto incluye una demanda, inconsciente, de que nuestra pareja siempre nos refleje este sentimiento. Sin embargo pasamos mucho tiempo sintiéndonos solos, frustrados y alterados por no poder tener una relación genuinamente basada en el amor y el compromiso. Usualmente, les echamos la culpa a los otros de los que nos pasa, sin ver que somos nosotros mismos quienes debemos cambiar nuestras actitudes inconscientes. Esta es la gran herida de la psiqué occidental.

El ideal del amor romántico, emergió en la cultura occidental durante la Edad Media, con la aparición del mito de Tristán e Isolda. A continuación se relata brevemente este mito.

El Rey Marcos de Cornualles debía contraer matrimonio para tener un heredero. El joven caballero Tristán, su sobrino, parte en busca de una doncella para su tío. Había oído historias de Isolda la rubia, princesa de Irlanda, que vivía en un pueblo amenazado por un dragón; la mano de Isolda era la recompenza por matarlo. El caballero se introdujo a la guarida del dragón y lo emboscó, le enterró su espada en la garganta y le partió en dos el corazón. Reclamó entonces la recompensa para su señor, el Rey Marcos.
Antes de la partide de Isolda, su madre fue al bosque y recogió yerbas, flores y raíces, que mezcló en un poco de vino y vertió en un ánfora de barro. Comisionó a Berengueana, la doncella de Isolda, a esconder el ánfora durante el viaje y verter el vino en las copas del Rey Marcos y la princesa Isolda el día de la cena de bodas. Nadie más que ellos debían beber ese vino, pues causaría que se amaran toda la vida y más allá de la muerte.
La nave de Tristán partió y para Isolda, cada día que se alejaba de Irlanda, se entristecía más. Cuando Tristán se acercaba, una ola de odio estallaba en su pecho, pues él la había alejado de los suyos y de sus tierras. Un día, el viento cesó y un calor profundo e insoportable abrumaba el aire. Tristán bajó a la bodega en busca de vino que ofrecer a Isolda para mitigar su sed y se encontró con el ánfora de barro. La tomó y sirvió el vino para él y para la joven. Ambos bebieron el brebaje de amor y muerte. Dulce le pareció el vino a Isolda y Tristán sintió arder su pecho. Maldijo el día en que fue acogido por su noble tío, pues Isolda le pertenecía al Rey y ella no debía amarlo. Pero Isolda lo amaba, quería odiarlo, pero un poder maravilloso los unía.
Isolda se desposa con el Rey Marcos, pero la desgracia roía su corazón. Amaba a Tristán. Los jóvenes se reunían cada noche en el bosque, protegidos por la sombre de los árboles conversaban sobre un amor doloroso e imposible. Los enemigos de Tristan los espian y finalmente, un amanecer, el Rey Marcos los encuentra a ambos en un claro. Tristán lucha con uno de sus enemigos y es herido de muerte. Huye al castillo de un amigo, donde espera la llegada de Isolda para que lo cure; la espera es demasiado larga y Tristán muere cuando ella llega, con su nombre en sus labios. Isolda se derrumba sobre el cuerpo de su amado y muere.

Este mito nos ofrece una vívida pintura de las fuerzas que operan cuando somos atrapados por una experiencia de amor romántico. Nos muestra la dinámica del amor romántico en la psiqué masculina, pero también refleja el destino de lo femenino en la cultura occidental; nos muestra como  los valores femeninos del sentimiento, las relaciones y la conciencia del alma han sido virtualmente expulsados de la cultura por la mentalidad patriarcal. Se idealizan los valores masculinos del pensamiento, el poder y el logro, a expensas de lo femenino; se los ve como los únicos que tienen valor, tanto para los hombres como para las mujeres.

         Carl Gustav Jung nos ha mostrado que la aparición de un fenómeno de estas caracterísiticas, en la vida de una sociedad, representa un gran potencial inconsciente que surge a la conciencia. Esta nueva idea, creencia o valor representa una gran cosa positiva, si puede ser integrada a la conciencia; en caso contrario, será destructiva. Esto lo vemos, por ejemplo, en los primeros siglos de la Era Común, con el surgimiento de Cristo. Este potencial inconciente fue integrado en nuestra psiqué, por eso todos los que vivimos en Occidente nos reconocemos como occidentales y cristianos –más allá de cuál sea nuestra posición ante la religión-. El amor romántico es uno de estos fenómenos, que ha sobrepasado a nuestra psiqué colectiva y alterado nuestra forma de ver el mundo de forma permanente. Lo hemos tornado una tragedia y un factor alienante por no poder comprender la dinámica psicológica que opera por debajo y por no aprender a manejarla conscientemente. Si lo lográramos tendríamos una nueva posibilidad de manejar nuestras relaciones.

Un mito no es verdad en un sentido objetivo, pero sí es verdad en un sentido subjetivo, como una expresión de la condición interna de la psiqué. El amor romántico es un ingrediente necesario en la evolución de la psiqué occidental. Pasaremos al próximo nivel de evolución, cuando podamos vivir conscientemente, las enormes fuerzas psicológicas que el amor romántico representa. Tanto para los hombres como para las mujeres, mirar honestamente al amor romántico y alcanzar su integración en la consciencia, es un camino del héroe.

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